Nos encuentro en un segundo
perenne en nuestro tiempo,
en una burbuja de amapolas carmesí.
Florece la eterna luna plateada
que guarda todos nuestros secretos,
aquellos que fueron tuyos
una vieja noche apasionada de abril.
Abren sus capullos y perfuman tus caricias,
al tocar tu piel hipnótica en donde me estremecí,
en cada beso cómplice sellado eternamente,
escrito hace mil años ya vividos junto a tí.
Nos queda seguir encontrándonos
en mil segundos más de cómplice alegría,
que guardan bajo un cielo que cuenta las veces te amé,
cada segundo nuestro contando un encuentro,
y cada encuentro latiendo en alocado frenesí.